Todos los presentes, en nuestro nombre y en el de todos los miembros de los Equipos Nuestra Señora que no han podido acompañarnos, te entregamos nuestro Movimiento y todos los hogares que lo componen sin reserva ni condición, en homenaje de amor y de confianza.

El Movimiento te pertenece. Tú tienes la total disposición para la gloria de tu Hijo. Nosotros estaremos siempre de acuerdo con todo lo que Tú demandes y hagas.
San Juan, después de haber oído la palabra de Jesús : «Hijo, he aquí tu Madre», te acogió para sí mismo. Todos los hogares de nuestros Equipos se abren a Tí, María : vive entre nosotros. Muéstranos a Tu Hijo. Enséñanos a amarlo y a imitarlo. Vela sobre nuestros hijos, y entre ellos haz nacer numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas.

Que tu oración logre para nuestras familias, como ha obtenido entre los apóstoles reunidos en el Cenáculo, la plenitud de los dones del Espíritu Santo. Y que a partir de éste momento nos sea posible ir, como los apóstoles, a anunciarlas maravillas de Dios (les magnalia Dei), y muy particularmente las maravillas del sacramento de matrimonio, a aquéllos que aún las ignoran.

La oración que María pronunció al encontrarse con su prima Isabel(Lc 1, 46-49), ha sido adoptada por el Movimiento, y cada equipista la recita diariamente en todo el mundo:

Proclama mi alma la grandeza del Señor
se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahám y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amén.